miércoles, 27 de febrero de 2008

2-3-65

18:30 h. - Empiezo a separarme de la pared enca­lada. Además un molesto hormigueo me impide cerciorarme de la totalidad de los espectadores. Doy a Margie un nombre acabado en “o”.

18:35 h. - Ni la fisura es tan grande ni el hombre de la camisa azul me odia tan profundamente. Margie me acaricia.

18:37 h. - Ya me he separado bastante de la pared encalada. Olvido ahora el lugar de mi nacimiento y momentáneamente río. Un hombre alto con los brazos caídos ríe también de mi travesura. Margie ha subi­do a la torre.
18:39 h. - El hombre alto de los brazos caídos juega con los hombros de Margie. Un aire general de fiesta acude al lugar de los acontecimientos. Formo con la cortina de la puerta un gracioso contorno. Se aplaude en el foro. La otra mujer del otro invitado se despide.

18:47 h. - Una distancia superior a la que yo hu­biese deseado me separa de la pared en­calada. Contemplo tranquilamente la fi­sura hasta que la necesidad ineludible de ser interrogado prefigura una violen­ta discusión. Uno de los comparsas es derribado de su montura y ya en el suelo su mirada se cruza con la mía. Hay un ins­tante caótico. Debo repetir que fui ecuá­nime y un viejo militar arrastra a Margie hasta los espectadores.

18:55 h. - Pasó quizá una nube ante mis ojos pero algo que no puedo perdonarme impidió a mi acusador articular la frase decisiva. Estoy de nuevo afuera y añado a la ante­rior observación de la fisura una fugaz impresión de hastío. Tengo a Margie a mi lado con sus hermosos cabellos pe­netrando en mi boca. Alguien golpea sua­vemente la puerta. Entran Brad y su ma­dre. La anciana no halla la facilidad de otras veces. Se disculpa y huye. Brad la deja.

18:59 h. - Brad me entrega el arma. Todos ríen.

19:00 h. - Tanto el hombre de la camisa azul co­mo un grueso sector de público investi­gan en un libro anaranjado sus posibili­dades de subsistencia. Creen equivocado un párrafo anodino que narra las se­cuencias finales de un drama. Incluso la turba intenta captar la tonada fluyente de un río que se describe en la última parte de la obra. La vieja arma da un agudo chasquido al apoyar mi dedo índi­ce en su fláccido gatillo.

19:15 h. - Muere el hombre de la camisa azul y un grueso sector de público. Margie se incli­na y besa a la mujer de Brad. Una con­fusión superpone las imágenes de la ma­dre y de la esposa. Brad asegura a Mar­gie que su madre ha sido realmente be­sada.

19:19 h. - Aparece el resto de los invitados que in­cluyen por esta vez a todos los miembros del juicio y al hombre de los brazos caí­dos. Este último saluda a Margie. Brad entrega personalmente tibios dones a to­da la concurrencia. Hay un general bienestar. Brad hace salir al grupo por la puerta trasera.

19:30 h. - Margie conduce a Brad al pie de un in­menso árbol. Allí le confiesa su identidad. Me abstengo de abrazar a la mujer de Brad. Aparece un dolor difícilmente localizable. Enumero otros lugares. La mu­jer de Brad profiere por fin la acusación. Sin embargo es ya demasiado tarde.

19:44 h. - Una casa rojiza iluminada por un foco inseguro en su pedestal de caña. Un hom­bre sale y saluda. Define su posición an­te el amplio horizonte de risotadas. Detiene primero a Brad y a su ambigua es­posa. Vuelve luego sus ojos hacia el foco y el elevado calor funde su másca­ra. Es inevitable una parodia de huida a cargo de la madre de Brad. Además una lengua excesivamente carnosa reco­rre mi estómago convocándome a un ric­tus indebido. Oigo mi nombre acentuan­do la anciana la preclara “o” final. Real­mente es una situación inútil. Intento ex­plicar la relación completa de los hechos. Por fin aparece Margie.

19:58 h. - Retorno a la fisura en compañía de mi hermana Margie. Noto una brutal opresión en mi pecho.

20:01 h. - Se me agota el léxico y he de nombrar a mis descubridores con la palabra que po­seo aún.

20:02 h. - Grito “Brad”.


1965

Papeles de Son Armadans. Núm. CXIV.
La hora oval. Ocnos. 1971.
Ciudad propia. Poesía autorizada. Artemisa Ediciones. 2006.

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