domingo, 17 de febrero de 2008

Se describe una vida extraña

Crucé la habitación y hallé desvanecida a la mujer de mi amigo. Tuve el valor suficiente y registré sus prendas más íntimas: no llevaba nada que me interesara. Luego, en la cama matrimo­nial, la poseí: no volvió en sí hasta el final. Me miró y dijo: “Soñaba precisamente en ti”. Me separé y, tranquilamente, busqué, entre mi ropa desparramada, el tacto suave del arma. Sólo un disparo, y el vientre adquirió la rigidez precisa: descargué sobre la muerta, una lluvia de golpes, y no concluí hasta que su piel tomó un color harto desagradable. Odio el amarillo.
Los periódicos dieron detalles vergonzosos so­bre el crimen. Algunos resultaban hirientes para la sensibilidad del lector medio. Decidí, por lo tan­to, hablar con el director y amenazarle. Debían retractarse y pedir perdón por su falta de delicadeza. Todo ello me distrajo unos días, pero cuando las cosas empezaron a olvidarse, el abu­rrimiento se apoderó otra vez de mí y planeé otra fechoría.

1965

La hora oval. Ocnos. 1971.
Ciudad propia. Poesía autorizada. Artemisa Ediciones. Tenerife. 2006.

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