sábado, 22 de noviembre de 2008

Espantoso ensueño

Avanzábamos a gran velocidad en un potente automóvil por una pista de tierra. Al principio iba de pasajero, luego, a instancias de Ana Mari (o de mi madre, se confunden ambas personalidades), yo conducía. Llegamos a un pueblo. Un pueblo grande, destartalado, del que sorprendía saber que su único acceso era aquella peligrosa carretera. Gente endomingada deambulaba arriba y abajo, indiferente, y en perfecta compostura. Salimos, andando, por un camino, estrecho, polvoriento, que quizá iba a otra localidad perdida y, el grupo, numeroso al principio, en el que había personas que no conocía, se redujo de golpe al dejar las últimas casuchas; diría que hasta ese punto fuimos acompañados pero que esos habitantes pertenecían a las calles y no a las sendas. Fue Charo Azpeitia Lomba, al completar la primera curva, quien dio un alarido al descubrir, en el fondo del barranco, tres enormes aves inmóviles, echadas sobre un promontorio rocoso, tres quebrantahuesos de aspecto harapiento que parecían muertos. Mas el pavor vino del lado contrario. La ruta transcurría cortando una prolongada ladera, a veces en trinchera, y al salir de una de ellas, vimos, en el talud que nos flanqueaba por la izquierda, colocados en hornacinas naturales, en unas cavidades a modo de nichos que la erosión producía en la deleznable marga, vimos, horrorizados, los restos de un gran mamífero, quizá un lobo, y varios ejemplares de rapaces diurnas en estado de momia, sólo pluma protegiendo un cuerpo ya inexistente que no se deshacía al no haber mano dispuesta a acariciarlo. Y, protagonista atroz, en el centro del frío y gris paramento, un nido enorme de buitre leonado, al alcance de cualquier intruso, en el que un pollo moribundo lograba apenas mantener erguida la cabeza que, eso sí, se balanceaba como un gusano marino o un filamento de ameba. [Oí una vez, en el hospital de Huesca, a un enfermero ilustrado preguntar a los familiares de una mujer agonizante: “¿yergue aún la inteligencia?”]

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"¿Se levanta la inteligencia desde el fondo de ese cuerpo amolado y cansado de estar Aquí?"

jorge dijo...

¡qué imaginería potente, que se expande! Gracias.