martes, 29 de abril de 2008

Vasari & Cheers





Franzsepp Würtenberger dice que "el espacio interior puede aislarse enteramente del mundo circundante" refiriéndose al Studiolo de Francisco I de Médicis que Giorgio Vasari creó en el Palazzo Vecchio de Florencia. El profesor insiste (El Manierismo, Rauter, Barcelona, 1964): "La estancia no tiene ventanas y es oscura, aislada de todo contacto con el mundo exterior. Es una celda para el estudio, destinada a albergar las íntimas meditaciones de un solo hombre." Eso es el bar "Cheers" aunque despiste la concurrencia de parroquianos; su spin-off, "Frasier", rescata la figura de uno de esos hombres solitarios.

lunes, 28 de abril de 2008

Atención a este libro

Antonio Ansón, novelista, poeta, ensayista, director de una colección de libros de fotografía, publica (2008) en la editorial Le Grand Os, de Tolosa de Francia, en edición bilingüe, 56 poemas bajo el rótulo Pantys Mortels. Aquí va uno:

Alberto Sus Lope murió chulapo y a la brasa, el más rápido
al volante de su carro de ruedas gordas
bajo los auspicios férreos de un camión que transportaba melones
desde Chilches: “el vivo retrato de Louis Armstrong”
comentó un bombero, y no precisamente por el color,
sino por la sonrisa musical
de su calavera dentuda con gafas derretidas y secas
cuando los violines histéricos pudieron al fin serrar la hojalata
y extraer con pinzas aquella sardina tostada y humeante.

miércoles, 23 de abril de 2008

San Jorge y el Dragón


Escribe hoy Juan Cruz en El País un artículo titulado El libro y la dentadura postiza que se encabeza con este párrafo: “El taxista que hace un año me preguntó si él debía leer Cien años de soledad, me dijo ayer que ya se había comprado el libro, en edición de bolsillo. 'No es muy grande’, me dijo. ‘Lo acabaré’. Pero aún no lo había comenzado. Los libros a veces son como las dentaduras postizas: se guardan en un bolsillo hasta que sea el momento de masticar. El taxista estaba a punto de masticar.” Esta historia tan bien contada me recuerda una anécdota surgida en mi primer viaje a Estambul. Conocí en el barco, en el que realicé el trayecto desde Barcelona, a una familia turca que vivía en la parte asiática de la ciudad, en una de esas casas de madera que, poco a poco, han ido sucumbiendo a los incendios y al abandono. Pues bien, insistieron en que los tres días que pensaba permanecer en Turquía hasta coger el tren camino de Moscú me instalara con ellos; yo acepté encantado y sólo llegar, con fruición oriental, fueron mostrándome todas las dependecias del pequeño edificio, empezando por la buhardilla que iba a ser mi habitación y terminando por un recién remozado a la europea cuarto de baño en el que destacaba una bañera medio llena de libros que, ante mi indisimulado estupor, fue descrita como adminículo poco necesario pero que al menos servía para almacenar objetos poco utilizados.


[Dedicado a mis queridas bibliotecarias de la Biblioteca Municipal de Jaca]

domingo, 20 de abril de 2008

Una giornata particolare

Llevaba varias semanas sin poder saldar la deuda. La compra mal programada de unos rotuladores había dejado pendiente el pago de 1,27 euros. Dos largas ausencias debidas a la boda de mi sobrino Sento en Barcelona y a la firma del contrato de edición del libro Papur en Zaragoza, sumadas a la tardía apertura de los comercios locales incompatible con mi horario de merodeo, prolongaban el sufrimiento que se originaba, dada mi condición de gran formalidad, al no resolverse con prontitud el conflicto. Así pues, esta mañana, encontrar abierta la papelería y regularizar la situación con el mismo dependiente que me había atendido supuso tranquilizarme e incluso alcanzar la satisfacción que muchas veces trae consigo la culminación de un proceso.

No esperaba que la pareja de aviones roqueros –Ptyonoprogne rupestris- estuviera ya afincada en el atrio occidental de la catedral. Por estas fechas, otros años, no se les veía evolucionar por la seo y por la plaza de San Pedro; o no habían regresado de sus cuarteles de invierno o se mantenían acantonados en solanas y lugares resguardados de los alrededores de la ciudad. Hoy, gozosamente, estaban aquí. Emitiendo débiles “chich” y “chrri” volaban rápidos sobre las cabezas de los feligreses, ignorantes de la presencia aviar, y se posaban breves instantes en los pequeños resaltes de la bóveda de cañón. Un aéreo y sutil complemento a la belleza del profundo pórtico.

Ano Cabarro Santisteban fue el rey de los energúmenos locales. Cazador, pendenciero, alcohólico irredento, por fín había reventado. Un grupito de curiosos se arremolinaba frente a la esquela pegada a la reja del atrio. La mala vista y la necesidad de alcahueteo proverbiales en las clases pasivas mantenían la cohesión e impedían que nuevos oteadores descubrieran la identidad del protagonista del documento. Pero, de vez en cuando, se producía una brecha y otro lector comprobaba aliviado que todavía no era él quien había fallecido sino, en este caso, un individuo más joven y, además, una acreditada mala persona, lo que triplicaba el placer y daba sentido a este inicio de la primavera.

sábado, 19 de abril de 2008

Mil máscaras
























Cartel de la cinta "Mil máscaras" (1966)
dirigida por Jaime Salvador y protagonizada por
Mil Máscaras.

jueves, 17 de abril de 2008

Cardelina y Fiemo

Fue en la Casa de la Cultura María Moliner de Jaca. Se presentaba el libro “Relatos de pasos perdidos” de la licenciada y profesora Sagrario Ramírez, una mujer vigorosa y resuelta cuya ágil escritura se siente particularmente cómoda en estos dos escenarios: la aldea de resonancias venatorias y la ciudad no exenta de vísceras y fluidos. En el animado coloquio alguien, de entre el público, con singular vehemencia, proclamó su fervor por uno de los relatos, el titulado “El puente”, un texto suburbial de hálito forense, y solicitó a la autora la apertura de una línea de producción centrada en lo policial, judicial, criminal en suma, ese estereotipo a menudo denominado novela negra. Luego, ante el asombro general, el participante avanzó un paso más reclamando geografía zaragozana para el recorrido del héroe, un detective, señaló, que incluso podría pertenecer al género femenino. La cosa pareció gustarle a Sagrario y, su editor, el eficaz Joaquín Casanova, dio un respingo y también un codazo al costillar de la escritora convencido de la brillantez de la idea y de la idoneidad de su pupila para llevarla a cabo.

Ya Don Quijote, expuso un edil realmente culto, desvió su ruta para no cruzar Zaragoza e ir directamente a Barcelona; quizá las justas a celebrar en la capital del Ebro eran de inferior calidad a las de la capital mediterránea. Un sacerdote recordó sin rencor la sentencia del novelista Juan Marsé que colocaba a Zaragoza a la cabeza de las ciudades de arquitectura franquista. La deriva fue inevitable. Situar las andanzas principales del flamante investigador en una urbe poco atendida literariamente concitaba comentarios para todos los gustos. Un sector del público, de aspecto universitario elegante, defendió el proyecto del arquitecto Joaquín Sicilia para vegetalizar el barrio de Delicias. Dos matrimonios, sin duda también del gremio, apostaron por oscurecer la ciudad, darle el tono cobrizo de la ermita de Santa María de Chalamera, convertir las aceras en terrazas entoldadas, ocultar las fachadas al viandante mediante voladizos y propagar la fiebre del rótulo, el pasquín y la pintada.Y de pronto, en mitad de la contienda, se hizo notar la voz de un rumano que solicitaba, sabiamente, reconduciendo el debate, la invención literaria de dos ayudantes para el jefe, dos hortelanos que aportarían, y esto fue ya empeño de la sección agraria de la sala, el sentido común y la experiencia bajo una capa de sana socarronería como contrapunto al pesquisidor implacable.

Apagaron las luces como único medio para clausurar el acto. La gente, sin embargo, no salió en tropel, quizá porque aún andaban enzarzados puliendo los detalles. En cualquier caso, y a medida que alcanzaban la calle, pudo constatarse que el número de asistentes había aumentado, en pocos minutos, de modo inaudito. Sagrario y Casanova aparecieron los últimos, rodeados por una turba de promotores inmobiliarios que ofrecían el despacho idóneo para ubicar al protagonista (creo que eligieron uno en el Coso por lo sórdido del portal y por la incierta escalera). Al fin, la irrupción de un automóvil, los gritos de sus ocupantes implorando ayuda, la noticia, que corrió como la pólvora, de un nuevo caso de bestialismo en la comarca, y Sagrario empuñando el móvil para llamar a filas a sus subalternos C. y F. ahora en Berdún dando buena cuenta en El Rincón de Emilio de un excelente plato de boliches, agotaron la fiesta de las letras. El argumento de “El extraño caso de la emasculación del carnicero” no voy a contarlo; mejor lo compran y lo leen.

Heraldo de Aragón
20/12/07

miércoles, 16 de abril de 2008

martes, 15 de abril de 2008

Sin provecho hasta hoy

Las escarpas exteriores del Castillo de San Pedro de Jaca (La Ciudadela) albergan una nutrida colonia de Gorrión chillón –Petronia petronia-, ese pájaro confundido a veces con sus parientes el Gorrión común –Passer domesticus- y el Gorrión molinero –Passer montanus- y que en las estepas zaragozanas y turolenses es llamado Chirla. Fue en mayo de 1968 cuando llegó de Barcelona un especialista, un ornitólogo que atendía por Paolo, y que fue reclamado por el Centro Pirenaico de Biología Experimental para dar respuesta a las arduas cuestiones que concitaba tan ruidoso volador. Pasados 39 años, en la misma ciudad altoaragonesa, Paolo asiste al acto de clausura de un Curso Extraordinario de la Universidad de Verano impartido por el Catedrático Julián Casanova. La conferencia versa, fundamentalmente, sobre la 2ª República.

El estudio sobre el Gorrión chillón no arrojó resultados espectaculares. La conclusión fue que se trataba de un ploceido de temperamento desabrido, escasa antropofilia y biología no muy diferente a la de los restantes miembros de su familia. Se archivó y pasó a formar parte del caudal de conocimiento de un centro en el que, como en muchos otros, primaba la investigación pura, alejada de cualquier atisbo de aplicación práctica para el ser humano. Para rentabilizar a Paolo se le mantuvo un tiempo almacenando mariposas nocturnas y confeccionando la lista de las aves nidificantes, migradoras e invernantes de la comarca. Luego se dijo que el ornitólogo había ido allí por otra cosa... pero eso es algo que nunca ha quedado suficientemente explicado.

La palabra de Julián Casanova trasciende lo académico para caminar sin ambages por el terreno de lo político. Dijo que no era imparcial. Y no fue necesario. Brillante, vigoroso, con dominio absoluto de la doctrina y de los resortes escénicos construyó un discurso sin fisuras catapultando los registros indispensables para componer un periodo de nuestra historia que anda huérfano de información tanto por culpa de la dictadura franquista como de los gobiernos democráticos. Daba la sensación de que nadie podía haber que supiera tanto y fuera capaz de contar tan bien la vida y obra de Lerroux, Alcalá-Zamora, Azaña y Franco. Una señora, encendida por la pasión del orador, le llamó Pavarotti. En resumen, Casanova cree en lo que dice, sabe lo que dice, utiliza argumentos demoledores y aunque haya tenido que aprender en los libros estos habrán sido sin duda los mejores. En ningún momento, y esto lo aproxima al tenor, se sufrió por si iba a equivocarse, por si iba a tener el más mínimo desfallecimiento.

Pero la historia, como asignatura, siempre se nos había vendido como mercancía de gran interés para la comprensión de lo de hoy e incluso de lo de mañana. Es ocioso repetir frases en la línea de “sin el XIX no es posible explicar el siglo XX”, mas lo que escuchamos expectantes el otro día desmonta este tipo de argumentos. Todo el contenido de la conferencia destilaba naftalina, nada de lo que se nos contó era trasladable a nuestro estado de las cosas. La llamada Historia Contemporánea Española ha quedado descolgada, por el vértigo del cambio, de cualquier posible uso para el ciudadano. Como en el estudio sobre el Gorrión chillón, no son aplicables criterios de utilitarismo; hoy, sobre España, gravitan problemas entonces inimaginables: la inmigración masiva, la exacerbación del egoísmo regional, los terrorismos y, por encima de todo, la espada de Damocles del desastre ambiental fruto directo de la explosíón demógrafica planetaria. La República, la Guerra Civil nacieron de otro caldo de cultivo; el de la miseria económica y, lo que es lo mismo, de la miseria cultural. Aplaudamos, no obstante, a Julián Casanova, por su labor investigadora y por plantarle cara con sabiduría al frente revisionista de los Moa y los Vidal.

Heraldo de Aragón
08/11/07

miércoles, 9 de abril de 2008

La audiencia

No conocía a G.A. Diría que tampoco hoy le conozco pese a haber asistido a una conferencia suya sobre el peliagudo asunto titulado “El origen del mundo”. Fue en el Salón de Ciento de la ciudad de Jaca y al entrar, la sala llena, vi no a uno sino a dos conferenciantes, sentados, muy juntos uno del otro, en un lateral del estrado; la razón era que el proyector y la pantalla ocupaban la totalidad del espacio central. De improviso, quien lucía una esplendorosa cabellera presentó a quien llevaba la cabeza afeitada: G.A., estaba claro, que inmediatamente, y por espacio de unos 60 minutos disertó sobre la peripecia de la tela de Gustavo Courbet que representa un pubis femenino en plano anatómico. G.A. parece disfrutar en especial con el desempeño de tres empleos. El primero, épater le bourgeois. El segundo, recrear tramas policiales. Y el tercero, lucir las fuentes de su información extrayendo como de una chistera variados libros, opúsculos y cuadernos de bitácora. El resultado fue sorprendente. Nadie de la sala se escandalizó con la omnímoda presencia de la vulva en pantalla gigante pese a que ni la media de edad, ni la profesión, ni las devociones de los asistentes parecían coincidir con las propias de un diletante seguidor de ese tipo de obras pictóricas y además, y esto es aún mucho más notable, nadie dio muestras de fastidio ante el apabullante despliegue de fechas, citas y ediciones de bibliófilo. Pero las cosas son así, Jaca es una ciudad avanzada y la sociedad española demuestra, en general, no sólo madurez sino un aceptable grado de educación e instrucción, y perdón por lo que tiene de oportunista usar, en estos días, estos dos términos.

Pero mentiría si dijera que la conferencia de G.A. me aburrió o me dejó indiferente. Todo lo contrario. Para empezar confesaré que puse en riesgo mi inmaculado carné de puntos para conseguir llegar a la hora al acto: imaginaba que “El origen del mundo” iba a producir más de un sonado rechazo entre el público y, por otra parte, quería ver y oír al profesor de filosofía famoso tanto por su rica escritura como por la veloz deriva de su pensamiento político. Pues bien, dicho ya que el público me sorprendió y que lo hizo gratamente, afirmaré que el conferenciante también me dejó sorprendido pero, en su caso, la sorpresa no tuvo nada de gratificante. El presentador debió dejarle solo. Tras las elogiosas palabras introductorias, el caballero de la esplendorosa cabellera, tenía que haberse levantado y permitir que la figura del orador se viera acompañada en exclusiva por las carteras repletas de libros y el manto de cuartillas que desbordaba la mesa: G.A. no necesita protección, es un excelente comunicador que maneja todo tipo de recursos. Pero, la verdad, yo esperaba otra cosa. Un especialista en Spinoza, un hombre que fue alumno aventajado de Althusser, que luego tuvo la osadía de declararse “comunista muerto”, que se alineó sin tapujos con las tesis antiárabes del gobierno de Israel, un provocador que desde El País llegó a El Mundo para acabar en La Razón tiene, eso es seguro, un amplio repertorio de historias que contar y, si elige un pretexto como la obrita de Courbet, es de esperar que sea no para enumerar la nómina de propietarios que tuvo la misma sino para analizar el porqué de la decisión del artista en elegir tan singular sujeto y, con el caudal de herramientas que se le supone, concluir las consecuencias estéticas, éticas, en suma políticas, que de ella derivaron. Pero no fue así. E ignoro el motivo. Quizá el problema resida en esa necesidad algo extendida, entre intelectuales comprometidos, de banalizar el discurso ante auditorios no proclives a la recepción de soflamas.


Heraldo de Aragón
11/10/07

Cuerpo de Vigilantes Forestales

martes, 8 de abril de 2008

Volver al teatro

Parece que los actores debieran estar mejor preparados que los demás mortales para afrontar los trances de la vida. Un oficio basado en la impostura ha de tener consecuencias favorables a la hora de encararnos con un funcionario o un fontanero. Mas ellos aseguran que no es así. Dicen que interpretar es como vender camisetas Custo o esquilar ovejas. Ellos son el dramaturgo Alfonso Plou y los actores Ricardo Joven y José Luis Esteban, todos miembros destacados de la zaragozana compañía Teatro del Temple. El polaco Tadeusz Kantor, apunta Esteban, se quedaba en el escenario agazapado en su rincón-limbo, no quería que los actores interpretaran, les obligaba a actuar en la función tal como si estuvieran en sus casas; pero eso es un hecho excepcional. En el teatro –no así en una orquesta o en un partido de fútbol- el director de escena no permanece en la misma, monta la obra y se va, seguro de que sus actores no modificarán las pautas que él les ha marcado. Hay una disciplina sustentada no sólo en la autoridad del jefe sino, y esto es lo más importante, en la profesionalidad del subordinado que jamás caerá en la tentación de no suplantar.

Samuel Beckett fue el adalid del llamado teatro del absurdo. Puede dejar indiferente al público de hoy o puede provocar irritación en una época como la nuestra de grandes impaciencias... pero es un clásico. Clásico por haber entrado a formar parte de la historia de la cultura. Clásico como lo fueron otros adaliles y otros movimientos, también hoy poco recordados, como Alain Robbe-Grillet y el nouveau roman y, en nuestro ámbito, Blas de Otero y la poesía social. Arriesgada es la apuesta del Teatro del Temple de llevar a escena “Fin de partida”, la obra canónica de Beckett según Harold Bloom, un drama de 1955, paradigma de las dificultades escénicas y que concentra todos los elementos de devastación existencial propios de una época eso sí atenuados por incesantes andanadas de humor negro. Había que acertar, un error en la puesta en escena o en el punto interpretativo, desembocaría en el desastre. Pero se acertó. (Una observación apresurada equipararía la atmósfera creada por Alfonso Plou con la fluorescencia minimalista de Dan Flavin pero no, aquí no son los objetos los que emanan luz sino, como en el universo de James Turrell, lo que se busca -y se consigue- es la mística de la luz, la arquitectura de la luz, la luz, en suma, como único material.)

Habló Ricardo Joven, en la mesa redonda previa a la representación de “Fin de partida” en el Palacio de Congresos de Jaca, del trasfondo argumental de la obra, del pánico a una hecatombe nuclear que en la década de los cincuenta agarrotaba a occidente y que Beckett utilizó como pretexto para proponer una claustrofóbica mezcla del Rey Lear y el Libro de Job. Ricardo fue hábil al sugerir como sustituto actual del horror atómico el horror por el calentamiento global aunque, lamentablemente, aquel horror no haya desaparecido visto el abultado registro de países poseedores del dispositivo disuasorio. En cualquier caso, la ocurrencia de Samuel Beckett no era nueva, un año antes, en 1954, Richard Matheson publicaba “Soy leyenda”, la peripecia del último hombre vivo en la tierra y que ahora con el mismo título ha sido llevada a la gran pantalla trasladando de Los Ángeles a Nueva York el territorio del héroe. Y como remate citar “El mundo sin nosotros” (2007), el inquietante y documentado ensayo del periodista Alan Weisman sobre lo que ocurrirá en nuestro planeta cuando el hombre haya desaparecido.

Heraldo de Aragón
31/01/08

viernes, 4 de abril de 2008

Leclerc 1





























Inquietante imagen de un murciélago en la edición alemana
de la Historia Natural del Conde de Buffon (1785-1795).

Leclerc 2





























Aún más inquietante imagen del mismo murciélago creada
por contacto, a través de los siglos, en la página siguiente.

Mamas

Una sensación generalizada de impotencia, de desolación, de rabia, se produce cada verano tras la irrupción de las noticias sobre los devastadores e incontrolados efectos de los incendios forestales. Incluso, en sectores no especialmente sensibilizados por las cuestiones ambientales, surgen comentarios y discusiones sobre las posibles causas de los mismos y sobre los medios utilizados para combatir y acabar con las llamas. Existen, de hecho, numerosas teorías, a menudo enfrentadas, que puntualmente aparecen tanto en la calle como en los medios y que aun siendo defendidas, como es proverbial en nuestro país, como las únicas que explican el desastre, van dejando abierto, poco a poco, incendio a incendio, un minúsculo resquicio hacia una visión globalizada del problema. Hay ya una percepción general de que las cosas no son tan simples como algunos se empeñan en defender y de que los sistemas empleados en la lucha no han sido hasta ahora los más adecuados.

Los incendios forestales se originan por innumerables causas: rayos, prácticas agrícolas, obtención de suelo urbanizable, obtención de madera o de pasta de madera, negligencia de excursionistas y domingueros, quema de maleza por cazadores para forzar a salir determinadas piezas, chispas de trenes, pirómanos de corte vengativo-sentimental, pirómanos con ansias de notoriedad, pirómanos esteticistas, y así una relación casi infinita. Además el fuego se propaga ahora con mucha mayor facilidad al contar con la preciosa ayuda de los cultivos forestales de resinosas y otras especies de crecimiento rápido que nada tienen que ver con el arbolado autóctono (de ahí el error al utilizar la palabra repoblación). Y luego... nuestra fervorosa pertenencia a la cultura del fuego; el fuego como fiesta, como liturgia, como inevitable protagonista de todas nuestras celebraciones religiosas y políticas sea en forma de hoguera, de petardo, de cohete o simplemente en forma de luz, la manifestación más inocua y civilizada del fuego pero que antes de la electricidad sólo se podía obtener mediante la presencia mágica de la llama.

Sin embargo, este panorama desolador de árboles y suelos calcinados, de fauna exterminada, de bienes personales perdidos irremisiblemente, podría erradicarse, romper para siempre el ciclo maldito de cada verano. Porque hay que decir que todo incendio, incluso todo gran incendio, es, al principio, un pequeñísimo incendio, y esta perogrullada es la clave del problema. Desde luego sin abandonar las campañas de prevención, de concienciación, de eliminación de peligros potenciales, la acción, toda la energía, necesita concentrarse en dos movimientos: la detección instantánea y la intervención inmediata; el diagnóstico precoz del cáncer de nuestros bosques mediante un sistema constante de vigilancia con un equipo de especialistas, no necesariamente numeroso, pero con gran movilidad y rapidez de respuesta.

Las mamas -las ubres, los pechos, el eufemístico "el pecho"-, aquejadas por un mal cruel pueden salvarse si el diagnóstico es precoz. Ese carácter nutricio, beneficioso, confortable, que las define, es obviamente aplicable a la tierra. El tratamiento del mal también es el mismo. No sabemos con exactitud la etiología de la enfermedad, sí sabemos cuáles son las causas de los incendios, pero estas causas al ser tantas y concurrir combinadas no podemos eliminarlas. Sólo una rápida detección e intervención salvará de esta lacra a una naturaleza que es de todos aunque algunos se esfuercen en hacernos creer lo contrario. Las generaciones venideras sabrán que hubo, aún a principios de este siglo, actitudes que propiciaron la desaparición de los últimos ríos limpios, de las costas libres de edificaciones, de los bosques lácteos.


Heraldo de Aragón
02/08/07