sábado, 30 de octubre de 2010

martes, 26 de octubre de 2010

El segundo por la derecha














Se podría iniciar una narración que versara sobre mi cumplimiento del Servicio Militar con un lapidario “yo fui feliz en el Ejército”, para continuar con algunas explicaciones del tipo “dispuse de un suficiente grado de reconocimiento”, “disfruté por primera vez de la camaradería”, “vi perfectamente ejemplarizada la pirámide social (un general, unos jefes, vasta tropa)”, “comprobé lo cómodo de obedecer frente a lo incómodo de mandar” y ya en un plano aparentemente azaroso -pero que no lo era tanto- “me permitió conocer a dos personajes que de diverso modo marcarían mi vida”.

Níquel (pág. 43)

domingo, 24 de octubre de 2010

Gimnástica

La mayoría de las personas que han participado en el evento gozan de una alta ambigüedad sexual. La más sugerente ha sido una clitoridiana atleta de perfecta dentadura con la que me enzarcé en un pugilato dialéctico acerca de las peculiaridades fonéticas de los oriundos de la comarca del somontano oscense. Luego, al poderla contemplar a esa señorial distancia de los cuatro metros, descubrí que envolvía sus consolidados pechos con unas telas blancas (se apellida Escayola) a modo de lazadas de espaciosos pañuelos para recoger las mieses. Esta mañana, al dejar el hotel arrastrando la maleta camino del aparcamiento, la he visto triscar como una corza entre los romeros y tomillos cubiertos aún de generosa escarcha. Ha salido de una página de la revista falangista Vértice, he pensado. Sí, a partir de hoy, ella será mi preferente seña, mi marca de estilo.

domingo, 17 de octubre de 2010

Saeta





















Mi primer Hispano Aviación HA 200 Saeta. Tablada. 1959.

jueves, 14 de octubre de 2010

Débil una noche

Sólo una vez se reveló humano. En una cena en el Casino Principal, la cena del viernes que antecedía la gran partida semanal de póquer, una pequeña gota de sudor perló su frente. Un tal Sigalas, Sigalas pequeño, carpintero, hermano de Sigalas mayor, enterrador, se atrevió a decir en voz alta, aunque sin mirarle, fruto de la generosa ingesta de Cariñena, un pretendidamente jocoso “¡Lerín, eres humano!”. Lerín sufrió con esa puya y, de hecho, aquella noche no quiso jugar, convencido de que la muestra de debilidad descubierta por Sigalas iba a obrar en su contra. Lerín había dejado de ir de cuerpo a los cuarenta, y a los cincuenta había dejado de orinar. No admitía excretas. Antes de que lo fueran, las neuronas las quemaban.

sábado, 9 de octubre de 2010