jueves, 31 de marzo de 2011

domingo, 27 de marzo de 2011

Aumento














La lupa que adquirió en los chinos

permitía conocer la íntima realidad

de los diversos componentes

del cadáver de su hermano.

domingo, 20 de marzo de 2011

Configuración del trance

Fue una sorpresa la aparición de la ciudad; para mí y para mi acompañante, que podría ser mi madre, muy joven, o mi mujer, jovencísima. Llevábamos andado largo rato senda arriba y temíamos la llegada de la noche; la loma gigantesca de vegetación oscura, que asemejaba la cabeza de un hombre con el cabello crespo y muy húmedo, no recibía ya los rayos de sol y, cuando alcanzamos la meseta cubierta de ruinas, se oyó un búho real ulular nervioso mientras se deslizaba a ras de suelo ladera abajo. Así que fue una sorpresa la aparición de la ciudad, una ciudad abandonada pero visitada, los días de feria, por los que fueran sus últimos habitantes, y que mantenía calles y edificios en excelente estado aunque en las primeras no circularan automóviles u otros vehículos (¿cómo iban a llegar?) y en los segundos hubieran tapiado muchos de sus vanos con anaqueles repletos de libros o, más exactamente, legajos y carpetas. La gente parecía muy antigua y quizá por esto permanecía en silencio pero, en cambio, limpiaban con fervor las grandes puertas de madera de las casas de pisos donde vivirían en otros tiempos. Llegó la noche y la angustia se apoderó de mí. Perdida mi madre o mi esposa, desaparecidas las viejas personas, desvaneciéndose la ciudad (una ciudad provinciana, de tamaño medio), quedé solo, más que nunca. La muerte, la agonía al menos, ha de ser algo así, dije entonces con una voz que resultó irreconocible.

viernes, 18 de marzo de 2011

Prodigio y provecho de la sima

No sé. Quizá la noticia de que la tribu bambara atribuya al cerdo el papel de sima, de cavidad que todo lo traga, sea la razón de que se hable tanto de ella. Hasta en la cola del pan oí a un señor contar que había caído a una sima y que tardaron no sé cuánto en rescatarle. Lo cierto es que yo sí caí a una sima ese día aciago en que me convencieron de que el metro era el medio más rápido para acudir a una remota parte de la ciudad donde se hallaban los nuevos estudios de la cadena televisiva municipal BTV. Sólo salir al exterior quedamos sumidos, un guardia de seguridad y yo, en la oscuridad más absoluta y, zarandeados por un irrefrenable vendaval, rodamos hasta el fondo de un socavón fruto reciente de potentes explosiones. La verdad es que estuve listo en la caída al empujar a mi acompañante de modo que hiciera de colchón pero, esta maniobra, imposibilitó que fueran dos las voces que imploraran ayuda dado que el de Prosegur falleció aplastado por mi peso y envenenado por las emanaciones de gas que se filtraban a traves del lodazal donde quedó empotrado su rostro. Acudió primero una pandilla de chaperos que dio media vuelta al asomarse y comprobar que allí no había negocio. Fueron luego una pareja de jóvenes intelectuales –que también iban a los estudios, precisamente a entrevistarme- los que acudieron y, llenos de reflejos y buen hacer, lanzaron el cabo de una sirga para que me agarrara y pudiera salir del pozo sin mayores contratiempos, quedando la otra persona como consistente pasto para ratas y perros. He de decir que mis dos salvadores, Javier Pérez Andújar y Joan Riambau Möller, resultaron ser dos caballeros, quiero decir que dado mi comatoso estado no me apretaron las tuercas en el interrogatorio televisivo y, acabado el acto, me acompañaron a casa en un taxi que pidió la empresa. Andújar es, además de estupendo novelista, mi actual asesor en cuestión de raza y parsimonia. Riambau editó, de modo exitoso, el Bestiario de Ferrer Lerín.

miércoles, 16 de marzo de 2011

A propósito de "Familias como la mía" (3)

Nora Peb.


Buena parte de las palabras (y de las situaciones e imágenes) que me han acompañado desde el inicio de mi vida pueden, al fin, ser registradas en un texto que las perpetúa, acabando así la angustia por una posible pérdida definitiva. Al mismo tiempo se va cerrando una etapa de recepción y abriendo otra de vacío en la que disminuye, de modo grotesco, la llegada de información relevante: todo está en la adolescencia y, si se me apura, todo está en la infancia. El almacén de vocablos, expresiones y atmósferas que es Nora Peb permitirá, de hecho ya permite, el desarrollo, o simplemente el uso, de dichos materiales, bien por mí al carecer de nuevas ideas, bien por parte de nuevas generaciones de escribanos o, incluso, de fotógrafos, cineastas y artistas plásticos; es pues, queda claro, un legado.

A propósito de "Familias como la mía" (2)

Intensidad.

La sensación de intensidad que transmite Fámulo aun abriendo el libro al azar, la sensación de intensidad que transmiten casi todos sus poemas, no se da en una apertura azarosa de Níquel, la primera parte de Familias como la mía, donde surgen, con cierta frecuencia, desvanecimientos y tiempos muertos pese al carácter fragmentado del discurso, carácter que busca no alargar en demasía los “capítulos” dándoles autonomía frente al total. Sin embargo la eliminación de los espacios separadores en blanco, en aras de dar a la obra un aspecto más evidente de “novela”, rompe esta compartimentalidad y diluye, por lo tanto, la acción reparadora de aquella argucia. Consuela saber que, según los teóricos, mantener la intensidad en una obra narrativa de regular extensión es tarea casi imposible y, a lo mejor, ni siquiera deseable.

martes, 15 de marzo de 2011

A propósito de "Familias como la mía" (1)

Escritura, literatura.

La escritura es una actividad anómala, no consustancial al ser humano, forma parte de ese conjunto de extras (bonus) que han ido adquiriendo los más aventajados. Y hablo de la escritura como forma de comunicación en general, como forma de transmisión de advertencias, órdenes, saludos, pero no como forma de alteración de la realidad, o sea de creación, de arte, alteración que más que una anomalía constituye un despropósito.

La prensa, por ejemplo, es un forma de escritura sofisticada que no se contenta con advertir sino que se lanza a informar ('Diario de avisos y noticias'), previene pero también cuenta, eso sí desde la objetividad memorialista. Este campo, el de los cronistas, como también el de los biógrafos y los historiadores, se caracteriza pues por permitir que la información cambie de mano sin que resulte mancillada por espúreas intervenciones. Será el filósofo, y también el periodista de opinión y el ensayista en general, quien detenga el flujo de información para interactuar con él y así interpretarlo, siendo esta la clave, la diferencia con el narrador de la actualidad que no necesita detener el flujo ya que su papel es ser mera correa de transmisión de la realidad y no analista de la misma.

La tentación de añadir algo de cosecha propia o, al menos, de alterar en parte los datos, surge como fruto del aburrimiento ante la alienante labor constreñida a la copia, a la repetición (aunque a veces sea en otro orden), de los hitos del biografiado o de los sucesos que aportan los teletipos. Al principio, el escribano, tímidamente, sólo cambia una fecha, un horario, un destino en algún viaje; luego, envalentonado, feliz al transgredir la norma, se atreve a modificar algún hecho y, más adelante, dependiendo del grado de osadía que le invada, incluye algún pasaje de su invención, eso sí, que no chirríe en el total del discurso. La autobiografía dulcificada Familias como la mía es un ejemplo de esto último: por razones de cobardía ante los riesgos que acarrearía la relación objetiva de los hechos, y por razones de comercialidad añadiendo humor y sexo para que la historia no resulte árida, el autor cercena y añade a su antojo; una novela no es nunca una biografía (o la biografía no es literatura) por lo que la realidad se utiliza sólo como sustrato dejando que el escritor haga literatura tergiversando la historia.

domingo, 6 de marzo de 2011

Despertó en cama extraña

No dormía con su esposa desde mil novecientos ochenta y cuatro, ni en la misma cama ni en el mismo cuarto; lo decidieron cuando las fiebres. Pero hoy al despertar ella estaba a su lado, acurrucada, aunque vuelta hacia el lado izquierdo donde, por cierto, descansaban otras personas que él creyó con vida.

jueves, 3 de marzo de 2011

Texto para la intervención de Durán Esteva en la capilla del MACBA

Son raros los lugares sagrados que no disponen de un monstruo apostado en la entrada; es el doble aspecto del símbolo, la conclusión del gesto del rayo. Ahora, aquí, un chorro de sangre blanca arranca del altar cruel inclinado, recorre la nave sombría, dobla la esquina que besara Juan Bodino y sanciona las figuras de mazapán antes de acabar en la sagaz sacristía habitada por Barro Materno, aquel Desierto Viviente del obstinado Walt Disney donde venenosos seres brotan de la realidad negada. Hay un friso, moral y saludable, como freno al bisonte, al recurso de carne y cuero, que cierra el flujo: letras cáusticas que marcan el final del universo. Sin razón aparente vuelve el blanco, el color del candidato a ujier de la ciudad de Constantinopla que, en ese doloroso año de 1544, viera una reunión de ciento cincuenta madres y liebres en las lonjas de madera y tras las matas de mimbre. La sangre es la vida, de hecho el vehículo de la vida, de la vida de los metales y del presagio de la lluvia. Sí, alguien comenta que los muñecos de almendra son sanguijuelas en ciernes. El caballero Durante muere, quizá lo fulminan.