jueves, 24 de enero de 2013

Necrología 2










Cosma Blata, la Bruja de Artal















La misma viga para tres maridos. Cosma Blata Ballarín, la Bruja de Artal, casó por primera vez en 1941. Que su hombre se ahorcara aquella noche ventosa de final de la década no constituyó noticia. De hecho, hasta tiempos recientes, los suicidios, en días de viento, eran comunes en esos rincones pirenaicos. Incluso se hablaba de una sólida tradición afincada en determinados enclaves. Como el caso de la viga de hierro atravesada sobre el hueco de la escalera, fácilmente practicable desde el rellano de la última planta de un inmueble ubicado en el casco antiguo de cierta ciudad de cierto lustre. Un inmueble abandonado y con la puerta de la calle siempre abierta, que concitó tanta fama que un grupo de sorianos fletó una camioneta para trasladarse y aprovechar las ventajas de una instalación tan pulcra, accesible y carente de riesgo para los practicantes. Después, con los ayuntamientos democráticos, primero se tapió la entrada y luego se demolió el edificio. Pero el caso de Cosma Blata (Artal, 1919 – Zaragoza, 1981) tiene un interés añadido: la expectación y la fascinación que provocó en su segundo marido, y no digamos en el tercero. La expectación, el diario estado expectativo ante el curso de los acontecimientos, ante la aparición de pistas, por pequeñas que sean, encaminadas a cerrar el círculo y, la fascinación, extrema, por el lugar del sacrificio: la cuadra vacía, primorosamente ventilada e iluminada, la viga de madera de quejigo pulida y exenta, los accesorios –soga y taburete- discreta pero acertadamente colocados en el rincón visible, al alcance de la mano.

El juez encargado del levantamiento del segundo y tercero de los tenaces esposos pidió traslado. Aunque se dijo que no era por eso, que lo que quería era cambiar de aires atmosféricos. Obtuvo plaza. Quedó instalado en Andalucía, en una importante población de la campiña jiennense. Y allí, pasados los años, Julio Muñoz Salgado, escribió un libro. Unas memorias de su larga y prolífica vida de juez que, ciclostiladas, circularon por diversos mentideros siendo, a menudo, tachadas de mera enumeración y descripción vigorosa de levantamientos y levantados. Publicadas ahora en condiciones –Muñoz falleció en 1993- se comprueba que hacen particular hincapié en tres singulares escenarios: la cuadra de la casa de la Bruja de Artal, el bloque de viviendas ciudadano con puertas abiertas a cualquier diletante y, un tercero, de gran espectacularidad y sentimentalismo. El juez Julio Muñoz Salgado (el libro se titula Memorias sosegadas de un funcionario servidor de la ley y la justicia  y ha sido editado por la venezolana Fundación Losilla) pormenoriza, sin recrearse, el proceso de suicidio de los ‘mocicos viejos’ en el olivar de la provincia de Jaén. El ‘mocico viejo’ es el equivalente del ‘tión’ altoaragonés, el miembro de la familia campesina acomodada que malvive, soltero, a la sombra del padre y que luego envejece rápido bajo la aceptación despechada del heredero casado. Una figura poco envidiable que arroja los mayores índices de muerte voluntaria y los mayores índices de fidelidad al procedimiento.
    
El olivo, tótem indiscutible del paisaje, sufre, signo de los tiempos, un cambio en su fisonomía; se arrancan los ejemplares de gran porte, los cargados de años pero de baja productividad, reemplazándolos por ejemplares jóvenes, las llamadas ‘estaquillas’, que no tardan en convertirse en maduros productores aunque no ofrezcan garantías a la hora de colgarse de sus ramas. El juez escribe: “A menudo, los infortunados, mueren no por ahorcamiento sino por destrucción craneal al tener que saltar numerosas veces y golpearse contra el suelo por la poca altura de la rama elegida y, dada la bisoñez de la misma, su gran flexibilidad. Bajo el maravilloso cielo azul de estos campos no me ha resultado extraño levantar, diría mejor, caritativamente, recoger, en un mismo día, más de un magro cuerpo con la cabeza ensangrentada y achichonada”. BOLETÍN AGRARIO         

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Cosma Blata y el que fuera su primer marido. Fotografía: Estudio Heras.



8 comentarios:

Istefel dijo...

Cuneta atestada.
Cruentación, Villón manchego y espinas dorsales reventadas en posición inverosímil.

Anónimo dijo...

"BOLETÍN AGRARIO", qué bueno.

Anónimo dijo...

Admirables generosidad y pragmatismo, los de Cosma y el señor juez.
Se trata de cualidades que escasean actualmente, y mucho más así, simultaneadas.

otra anónima dijo...

La misma viga para tres maridos ¡Título!

Anónimo dijo...

Qué pareja de recién casados más sonriente.

Ella dijo...

Se ve que el no sabía lo que le esperaba...

Francesc Cornadó dijo...

Solo una pregunta: ¿el femenino de Cosme es Cosma? Creía que el femenino tanto en castellano como en catalán como en alemán y en italiano es Cósima y así me lo confirmó el funcionario del registro civil. A tantos "Cosmes" como hay en mi familia, añadimos mi hija que se llama Còssima.
Salud
Francesc Cornadó

Ferrer Lerín dijo...

En Aragón, en especial en zonas apartadas y en los años en que transcurre la acción, sería forzar mucho las cosas considerar que se hablara castellano; la lengua doméstica, el "aragonés" o el residuo del "aragonés", permitía la existencia de formas como "Ano" (masculino de "Ana"), Jorja (como femenino de "Jorge") y el "Cosma" que nos ocupa. De hecho, siempre he creído que en España sólo existen dos lenguas: el "vascuence", último bastión de la lengua íbera o de una de ellas, y el "romance" en sus múltiples variantes (desde luego no equiparables en su difusión)como el "castellano", el "gallego", el "leonés", el "asturiano", el "catalán", el "aragonés", y un extensísimo etcétera. De hecho todo se reduce a cuándo y cómo se produjo la romanización.